El grupo de Amigos de la Pista de Ceniza (APC) organiza una mesa redonda con algunos de los protagonistas esenciales de la historia atlética española

Con el precioso salón de actos de la Biblioteca Municipal Eugenio Trías de El Retiro de Madrid lleno hasta la bandera, el lunes 17 de noviembre se celebró la mesa redonda organizada por el grupo de Amigos de la Pista de Ceniza (APC) bajo el título “Más allá de la cinta y del cronómetro. Historias de vida y sabiduría atlética”.
Afuera, después de las lluvias, las luces y los colores de un maravilloso atardecer de otoño convertían al madrileño parque de El Retiro en el mejor lugar posible en el que perderse para huir durante un tiempo de las rutinas de cada semana. Adentro, rodeados de árboles, el coqueto salón de actos de la Biblioteca Municipal se transformó rápidamente en el mejor lugar posible donde esconderse durante los primeros momentos de la noche. Y en medio de esa atmósfera, el viaje en el tiempo organizado por José García Grossocordón como maestro de ceremonias supuso retroceder al pasado por unos instantes de la mano de algunos de los mejores entrenadores de la historia del atletismo español, como José Luis Martínez y José Manuel Ballesteros, del primer atleta español en conseguir un récord olímpico como fue Ignacio Sola y de algunas de las más destacadas pioneras del atletismo español moderno que demostraron durante la década de los años sesenta del pasado siglo XX que la mujer también tenía mucho que decir en todos los ámbitos del deporte y de la vida, como Albina Gallo, Blanca Miret y Teresa Castañeda.
Y así, a partir de las historias de los grandes protagonistas de la jornada, la biblioteca pronto se convirtió en una parte más del parque y durante más de una hora y media se fueron sucediendo los relatos de vida que llevaron a todos los presentes a mundos que hoy parecen muy lejanos, pero que todavía siguen estando a la vuelta de la esquina a la espera de que volvamos a ellos.
Como las carreras de Albina Gallo por las calles de Burgos durante su infancia, tan inquieta y deportista desde niña que desde el primer momento parecía llamada a derribar las barreras artificiales que algunos habían impuesto al deporte femenino. Como los saltos y la velocidad de Blanca Miret en una carrera de vida siempre ligada al deporte y a la formación. Como los saltos de Ignacio Sola en el campo y en el río que luego le llevaron a volar con su pértiga para caer de pie sobre el suelo de las viejas pistas de ceniza sin lesionarse o a dos finales olímpicas en Tokio 1964 y México 1968. Como el niño que un día fue José Luis Martínez antes de ser capaz de subir la Peña del Asno, cuya cumbre le convertía ya en un hombre, según las tradiciones de su pueblo, y que después le llevaría a una búsqueda del atletismo y del humanismo desde el Madrid de la residencia Moscardó en viaje de ida y vuelta hasta el París de Alain Mimoun o Michel Jazy, pasando por el retiro espiritual de los bosques de Volodalen. Como aquel joven llamado José Manuel Ballesteros a quien una lesión le impidió ser atleta, pero que supo encontrar su hueco en la pista convirtiéndose en uno de los mejores entrenadores de nuestra historia y transformando los caminos de la madrileña de la Casa de Campo en unos circuitos iguales a los que utilizaban para entrenar leyendas de la talla de Percy Cerutty, Arthur Lydiard o Gösta Olander. E incluso como el amor por el atletismo y el deporte de una tranquila y feliz chica llamada Teresa Castañeda que cada día salía a la carrera de su trabajo en una farmacia para soñar corriendo por esa misma Casa de Campo o la pista de ceniza de la Ciudad Universitaria de Madrid, llamada a ser incluso una de las pioneras de la San Silvestre Vallecana que muchos años después se empezaría a llenar de otras mujeres como ella.
Vencidos por la nebulosa del tiempo en la que a veces se pierden los recuerdos, tal y como citaba el propio Ballesteros, como colofón del acto Albina Gallo recordó que para ella “la victoria y la derrota siempre han sido lo mismo: luchar y trabajar mucho. Saber disfrutar de la victoria y de la derrota. Y sucediera lo que sucediera, seguir trabajando”.
A título seguido, la elegancia de Ignacio Sola desmitificó como sólo él sabe hacerlo la leyenda que siempre traen consigo los récords, afirmando que la verdadera magia es la altura y la amistad que encierra el auténtico espíritu del atletismo y el deporte olímpico. José Manuel Ballesteros recordó que dentro de este mundo en el que a veces se nos olvida que todo se inventó hace mucho tiempo, “el entrenador debe de ser el mejor psicólogo posible y que el único secreto es la comprensión y el entendimiento mutuo entre atleta y maestro”. Blanca Miret recordó la vida de las pioneras que siempre tenían a alguien de la sección femenina vigilando para no dejarlas poner solas ni un pie en la calle. Entre todos ellos, alrededor de la figura de Teresa Castañeda recordaron los verdaderos orígenes del atletismo español femenino. Y como un alegato final, las hermanas Montes, compañeras de todas ellas y hoy sentadas entre el público, cogieron el micrófono para recordar que lo que nunca hay que olvidar es que “unas veces se gana y otras se pierde”.
Rendidos a la magia de la noche y de las verdaderas historias que nos recuerdan que no todo lo actual es nuevo, llegado el momento de las despedidas a nadie le extrañó que a modo de final José Luis Martínez recordara una vez más que “la práctica del atletismo ha estado siempre relacionada con la famosa frase del «Conócete a ti mismo» que ya enunciaron los griegos hace 2500 años” y que “en el atletismo no importan las marcas que se hagan, sino las emociones que se crean. Así, del guerrero al atleta, en el origen los antiguos griegos no medían nada y el verdadero valor era la competición. Olvidemos las estadísticas, solo es importante quién llega primero o qué rápido eres tú capaz de llegar”.
Sin duda, una inolvidable colección de lecciones de vida y sabiduría más allá de la cinta y el cronómetro.
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Fotografías: José Luis Hernández (APC)





















